Muchos padres se quejan de sus hijos, porque éstos les contestan mal y son irrespetuosos y rebeldes. A su vez, los jóvenes consideran que sus padres no los comprenden; que no confían en ellos, ni respetan su individualidad.
¿Quiénes están en lo cierto?
¿Cómo cubrir este abismo entre padres e hijos?
¿Qué implicaría una actitud conciliadora?
Tiene 13 años. De día es estudiante de una escuela de comercio. De noche: blanco de cuchillo de su padre. . . porque ambos trabajan en un circo; ella, amarrada a una tabla giratoria y él, lanzándole hachas y puñales alrededor de su cuerpo. Cualquiera de los 40 lanzamientos a que se somete podría fallar y ensartarla; pero Nancy Lyescozki no se amedrenta.
En otro sentido, sin embargo, a los adolescentes y a los jóvenes no les gusta sentirse apuñalados.
Hay otros factores que inciden en la llamada brecha generacional; pero acaso el enfrentamiento entre conceptos y voluntades diferentes y aun opuestas es el más común, y a la vez el más difícil de resolver. Sin embargo, hay solución. Requiere, por cierto, un análisis sereno de nuestra personalidad y de la de nuestros hijos; pues cada uno es distinto y necesita y merece ser tratado como tal. Debemos también reconocer que no somos infalibles.
Quizá nuestra oración debiera ser como la del salmista: “Examíname, oh Dios, y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23,24). Sólo así podremos disponer de la comprensión, humildad, y honestidad necesarias para el diálogo con el hijo. . . con la hija. . . con papá y mamá. . .
La voz.org/MHP